Hace algunos días, venía de mi trabajo, camino a mi casa y sucedió algo particular.
Les cuento el contexto para que estén al tanto, abordé un «carrito por puesto» -un transporte muy característico de mi ciudad- de la ruta «Veritas» cerca de mi trabajo, y más adelante aborda un señor -quien será de ahora en adelante, el pasajero-. El silencio predominó por varios minutos en el camino, sólo nos acompañaba el ruido del motor del carro y el sonido de la cotidianidad de la calle.
En el camino, pasamos por el sector Veritas y había una cola, debido a un embotellamiento más adelante; mientras nos encontrábamos parados, esperando avanzar, el pasajero, cruza la mirada y ve una placa, puesta en un muro de una central eléctrica.
La placa decía lo siguiente:
«En este lugar murió Ricardo Aguirre el día 00-00-0000...»
En ese momento, comenzó un diálogo poco comunicativo con el chofer del carrito, pero que me hizo asegurarme que la comunicación es una cosa que por más cerrados que estemos a hablar, es algo que no podemos dejar de hacer.
Pasajero: Señor -dirigiéndose al chofer- ¿aquí de verdad murió Ricardo Aguirre?
Chofer: -Asintiendo con su cabeza- ¡Mmmjmm!
Pasajero: Peeeroooo... ¿Mmj...?
Chofer: -Sube los hombros- ¿Mmj?
Pasajero: ¿Lo mataron? ¿O qué?
Chofer: No, él no vivía ahorita -en estos tiempos-. 'Taba carbureao... y maniobró mal y «cutuplum»
Pasajero: ¿Y fue aquí precisamente?
Chofer: Mmjm.
Pasajero: ¿Aquí mismito?
Chofer: -Lo mira- Mmjm...
Pasajero: Ah...
Chofer: Murió como cualquiera...
Pasajero: Sí...
«Terminó la conversación y volvió el silencio »
A veces suceden cosas como estas. Y es que la comunicación es algo vital, está en todos lados, la respiramos, la tomamos, la vivimos, la miramos. De muchas maneras podemos comunicarnos y esta es una muy particular.
RAFF
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